“La Asamblea Regional de esta Ciudad expresa su oposición contra las acciones destinadas a promover la ideología de los movimientos cristianos que han estado ocurriendo en la esfera pública. Los objetivos de esta ideología violan los derechos y libertades básicos garantizados en los actos del derecho internacional, impugnan los valores protegidos por la Constitución del país e interfieren en la autonomía de las personas.”
¿Qué reacción nos despertaría una declaración de este tipo por parte del Concejo Municipal o Legislatura de cualquier ciudad o provincia de nuestro país? ¿Acordaríamos con censurar las expresiones públicas que visibilicen determinados valores cristianos o de fe?
Imaginen las fuerzas de seguridad desplazando de los parques y esquinas a mormones o Testigos de Jehová que distribuyen sus publicaciones. O incluso carros de asalto reprimiendo una procesión a San Nicolás o la Virgen de Luján. Impensable.
Ahora bien, vamos a hacer un ejercicio. Reemplacemos “movimientos cristianos” por “movimientos LGBT” y “autonomía de las personas” por “autonomía de las comunidades religiosas” y obtendremos el texto de una declaración que SI está vigente en más de cuatro provincias, diecisiete condados y veintiún ciudades de Polonia, y que han quedado expuestas al mundo por el ojo del activista LGBT+ y director de cine Bart Staszewski.
Su proyecto “Zonas libres de personas LGBT” (www.lgbtfreezones.pl) desafió la oleada fundamentalista (que en Polonia pareciera ser más similar a un tsunami que a una ola) y señalizó en el ingreso de cada pueblo, condado o región, el “status” de “zona libre de personas LGBT”.
La pretensión totalitaria de construir mundos y sociedades “libres de” determinados grupos sociales no es nueva. Y claro que no la inventó Polonia, aunque sí fue protagonista de la más atroz de las aventuras genocidas: el Holocausto.
Justamente en Polonia se localizaron algunos de los más grandes campos de concentración del nazismo. La liberación por parte de las tropas soviéticas de uno de ellos, el de Auschwitz-Birkenau hace 75 años, dio origen al Día de conmemoración de las víctimas del Holocausto que recordamos cada 27 de enero.
A pesar de tanto dolor, tanto odio y tanta violencia, pareciera que aún no aprendimos nada.
Y ni que hablar si pensamos que Polonia es miembro de la Unión Europea que, de esto, aún no ha dicho nada. Hay silencios que ensordecen. Si Europa quiere consolidarse como un líder global en materia de derechos humanos, debería tomar cartas en el asunto.
Después de todo, de lo único que deberíamos querer “liberarnos” es de todo aquello que nos divide, nos segrega, nos discrimina y pretende uniformarnos.
De la razón, de la igualdad, de la celebración de las diversidades y de la construcción de sociedades más inclusivas, que nadie nos libre.
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